Cuando empecé a formarme como educadora del Método Sintotérmico me sentía muy impostora por dedicarme a hablar sobre ciclos menstruales y salud cíclica, porque mis propios ciclos eran irregulares y “problemáticos”. No se parecían (para nada) a los ciclos de ejemplo que había visto en mi formación, ni que estaban en los libros, ni en los ejemplos de las clases.
Ahora me doy cuenta de que eso no me hace impostora, sino que es, en realidad, mi mayor cualidad como educadora. Mis ciclos no son “perfectos”, no son como el “ciclo menstrual” de 28 días que nos promocionan en los paquetes de pastillas anticonceptivas, ni como el ciclo con varios días de fluido cervical y un ascenso de temperatura perfecto que vemos en los ejemplos del Método Sintotérmico.
Pero eso no me hace menos capaz de hablar sobre observar y sanar ciclos menstruales; al contrario: me pone en la posición de entender la situación por la que TÚ estés pasando, me permite ajustar mis expectativas sobre mi propio proceso (y sobre los procesos de mis alumnas), y me recuerda que si yo he podido registrar mis ciclos, usar el Método Sintotérmico y ayudar a mi cuerpo a sanar, cualquiera puede hacerlo también (porque genuinamente creo que es una posibilidad que todxs deberíamos tener).
El Método Sintotérmico (y todo lo que yo enseño como educadora) tiene espacio para el error humano. Tiene espacio para los ciclos imperfectos. Tiene espacio para la frustración, para la confusión, para las dudas, para la aceptación radical. Registrar nuestros ciclos es como tener un espejo: de nuestra salud, de nuestro estilo de vida, de la atención médica que recibimos, de los desafíos diarios a los que nos enfrentamos. Mi promesa como educadora, entonces, es entender eso, y pararme desde ese lugar de haberlo vivido “en carne propia” para ayudarte a ti también a entender TUS ciclos (de persona real, no de libro) como un espejo de tu vida, tu cuerpo y tu salud.